martes, 13 de mayo de 2025

SANTIAGO DE COMPOSTELA, ¿EL FINAL DEL CAMINO?

Llegó la fecha deseada: Miércoles 30 de Abril de 2025. Esa había sido la cita marcada en el calendario desde hace casi un año como la más adecuada para terminar nuestra particular peregrinación a Santiago de Compostela, un puente largo que nos permitiera llegar y disfrutar de nuestro logro, lo  que  para los más veteranos suponía culminar una caminata de  460,160 Km iniciada por tierras de Siete Iglesias de Trabancos allá por el año 2013.

Aquella primera ruta, Etapa 25ª del Camino de Santiago de Levante GR-239, comenzó en el pueblo vecino por el placer de experimentar lo que podía sentir un peregrino a su llegada a nuestro pueblo, Castronuño, un antes y un después en el paisaje del Camino. No en vano, Castronuño fue  renombrado en la antigüedad como La Gran Florida del Duero y sin duda, al llegar a él, el verde empieza a ser una nueva tonalidad en el camino. 

Lo que no habíamos ni imaginado de lejos es que para ser la última expedición en busca de nuestro Grial, iba a estar llena de tantas vicisitudes que superar. La primera fue “ El Gran Apagón” del lunes 28, y con él las inevitables preguntas : ¿Cuánto durará? ¿Podremos viajar? ¡¡Uff!!, y la luz se hizo ese mismo día. Así que, manos a la obra, o lo que es lo mismo, pies al Camino.

Esta vez, un numeroso grupo de diecinueve peregrinas y peregrinos, el mayor de todas las etapas, partiríamos de diferentes puntos a la misma hora zulú: las 10:00h de la mañana. No obstante, el grueso de los participantes saldríamos de la Plaza de la Constitución de Castronuño en coches particulares que después serían el apoyo en el camino como coches escoba. El encuentro fue ya especial, el aire se respiraba cargado de alegría por el logro y la superación personal que supondría llegar a Santiago, aunque la hazaña hubiera supuesto emplear doce años de nuestras vidas. Tras los abrazos y saludos oportunos, enfilamos hacia Silleda, lugar donde acabamos etapa el año anterior, y donde la lluvia también volvió a ser protagonista. Fue como “el día de la marmota”, ¡vaya si llovía!

Tras el intento de paseo por Silleda, el Hostal Casasnovas fue el refugio perfecto para esperar a que todo el grupo estuviera completo y celebrar la primera cena de hermandad, que serviría además para que todo el mundo pusiera cara a los nombres del grupo de whatsapp.

Llegó la hora de la verdad, desayuno de grupo y a mover las piernas. El día amaneció luminoso y soleado, perfecto para caminar los 24km de esta penúltima etapa que, sinceramente, se nos hizo muy llevadera, tal vez por su perfil descendente.

A los 7,5 kilómetros, parada reconstituyente en el Bar Alty de Bandeira, donde una amable camarera nos obsequió con rico bizcocho y otras tapas. Se nota que están acostumbrados al trato con los miles de peregrinos que por allí pasan y que les gusta dejar un buen recuerdo en los caminantes.

Tras el descanso, de nuevo al Camino. Próxima estación, Dornelas. El olor a eucalipto, roble y pino aromatiza esta bonita senda. El grupo se estira buscando cada caminante el ritmo de pisada que le permita llegar a destino con el menor sufrimiento. Fue en este tramo cuando contactamos con el primer peregrino de un grupo de jóvenes americanos estudiantes de Filología Hispánica, para los que hacer una semana en El Camino formaba parte de su aprendizaje cultural de nuestro rico y variado país. El primer contacto visual que tuvimos de Fisher era el de un joven de pisada corta, lenta y dolorido, indicio de unos pies llenos de ampollas. Toda aquella persona que haya estado en esta situación reconoce este sufrimiento, en el que, para colmo, sabes que no puedes parar, que hay que llegar a destino.

Por un rato, este grupo de peregrinos y peregrinas nos convertimos en esos “ángeles guardianes del camino”, esas personas que aparecen de repente para subirte la moral cuando estás en un momento complicado. La verdad, fue un rato de conversación agradable en un perfecto español el que disfrutamos con Fisher, un joven educado, amable, culto y con ganas de intercambiar conocimientos sobre las distintas formas de vida de ambos países. Podríamos decir que le llevamos en volandas hasta nuestro siguiente alto en el camino: San Miguel de Castro, a tan sólo 4 km de Ponte Ulla, nuestro fin de etapa de hoy. Curioso y premonitorio nombre el de este lugar, sobre todo para unos peregrinos en su mayoría galdarros como nosotros.

Los coches escoba, sherpas de la expedición, no localizaban el lugar adecuado para dar cuenta de las ricas y deseadas viandas que transportaban en sus maleteros, avituallamiento totalmente necesario para juntar al grupo, reponer fuerzas y preparar el cuerpo para el último empujón del día, los últimos 4 km que nos separaban del deseado fin de etapa: Ponte Ulla.

Pero allí, en mitad del camino, apareció el cartel que anunciaba un pequeño y singular paraíso: “Área de Descanso del Peregrino: Finca Anduriñas”. Fue allí donde una música relajante que invitaba a la meditación nos dio la bienvenida y nos proporcionó el espacio ideal para saborear nuestros bocatas. Pilar fue una anfitriona de lujo. Nos preparó limonada, cerveza casera, tablas con tostas calientes de jamón y queso, café de puchero, y todo ello rodeado de hermosos rincones cargados de arte ecléctico, resultado del trabajo y cuidado del detalle de Pilar y su familia. Y para colmo, al módico precio de “la voluntad”. ¿Se puede pedir más? Y es que, cuando se es peregrina, como Pilar, se sabe cómo tratar a los peregrinos.

Con el cuerpo y el espíritu alimentados y relajados, último empujón hacia el fin de etapa: Ponte Ulla, a 4 kilómetros. El tramo restante se prometía fácil, rápido y sencillo, pero una fuerte pendiente de carretera mojada y resbaladiza dificultó el descenso y provocó alguna que otra culada, sin mayores consecuencias, afortunadamente.

Los coches escoba nos esperaban en el alojamiento “O Cruceiro ” para repartir habitaciones. La trabajadora que nos recibió en la parte del restaurante se mostró encantadora, aunque tuvimos un contratiempo con la dirección ya que tres de las habitaciones del grupo fueron destinadas a otro edificio a una cierta distancia.

Tras la reconfortante ducha y antes de la rica cena de hermandad, tuvimos tiempo para disfrutar de unos bailes en la carpa destinada a celebrar la Festa da Xuventude de Ponte Ulla. Fue allí donde volvimos a encontrarnos con el grupo de estudiantes estadounidenses, quienes se unieron a nuestra marcha, y vaya si nos lo pasamos bien. En un momento nos convertimos en el alma de la fiesta. Música de fiesta, albariño y buena compañía. ¡Qué más se puede pedir! Fue nuestra particular celebración del 1 de Mayo, Día del Trabajador.

El viernes 2 de mayo amaneció lluvioso, como pronosticaban los augurios meteorológicos, pero como ya es sabido : ”Al mal tiempo, buena cara”. Justo antes del pistoletazo de salida de la última etapa hacia Santiago de Compostela, y aunque nos habíamos pertrechado con impermeables y paraguas, cesó la lluvia. Así que, foto familiar rápida y comenzamos nuestra última caminata hacia la conquista de nuestra meta: Plaza del Obradoiro.

Y como dice otro refrán, “Todo lo que sube, baja”, y  debería añadirse “y viceversa”, puesto que el perfil del camino comenzó ascendente, aunque llevadero. Era una maravilla caminar entre árboles y cascadas, rodeados de nuevo de un envolvente olor a eucalipto.

Como el grupo de andarines y andarinas se estiraba, llamadas de posicionamiento del personal. Y menos mal, porque gracias a esas llamadas fue posible darse cuenta de la pérdida del móvil por parte de una andarina y su recuperación. ¿Serían las Meigas o la capa del Santo? El hecho es que todo se solucionó bien. La rápida intervención de los coches escoba y de los peregrinos conductores, también tuvieron su parte en la solución del contratiempo. Y para pasar el susto y reagruparnos, nada mejor que una paradiña en el Camino, cerca de A Susana.

Como en la etapa anterior, el último avituallamiento y descanso antes de enfilar a Santiago lo realizamos a la sombra de la ermita de Santa Lucía, un lugar estupendo rodeado de árboles y el murmullo del agua, corriente que se llevó las gafas de otra andarina. Debía ser otra prueba del camino.

En ese mismo lugar y justo antes de partir, el Saludo al Sol de otra componente del grupo fue el termómetro para confirmar que el grupo estaba en buena forma y con los ánimos intactos. ¡Enfilamos a Santiago!

La emoción se palpa a nuestro alrededor, el silencio pensativo de todos y todas seguro se debe a las mil y una emociones contenidas a lo largo de estos doce años de camino. Los recuerdos de cada una de las etapas se suceden rápidamente y nos golpean. ¿Golpes? De repente, el granizo y la lluvia nos sacan de ese grato ensimismamiento. Menos mal que  apareció un cobertizo protector para sacar la indumentaria de lluvia. Lo llamaremos “El cobertizo del Amor”, con entrega de ramo de flores incluida.

A partir de ahí, la fuerte lluvia acompañó nuestros últimos pasos, hasta tal punto, que tuvimos que  guarecernos en paradas de autobús y grandes portales privados, pero abiertos amablemente. Estaba claro que tendríamos una entrada triunfal, cumpliendo con todos los requisitos. Y es que, como dice la canción ,  “Chove en Santiago”,  y esa misma lluvia es una conexión entre el entorno natural y emocional de quien pisa las maravillosas calles empedradas que conducen al kilómetro cero del camino.

Las torres de la catedral asoman, el corazón se acelera. Todos juntos bajamos las escaleras de la Praza da Quintana do Mortos, cual descenso a los infiernos, para atravesar la plaza de Platerías, y por fin, la catarsis renovadora: Plaza del Obradoiro, fachada principal de la Catedral de Santiago y entrada al Pórtico de la Gloria.

Y así nos sentíamos, ¡en la gloria! Abrazos, besos, griterío comunitario de nuestro grupo de peregrinos y de otros muchos que arribaban a puerto. Hasta un tímido sonido de El Palillo, versión proporcionada amablemente por el maestro José Luis Galiacho, se diluía entre la algarabía colectiva. Tras ese inolvidable momento, sólo faltaba conseguir nuestra merecida Compostela para acreditar nuestra hazaña, un cúmulo incalculable de gratos recuerdos compartidos y superación personal. Todo eso es El Camino.

Aún quedaba lo mejor, dos días de disfrute de Santiago que incluían la prometida y deseada mariscada, actuación nocturna de la tuna y una visita ilustrativa y guiada por los rincones de Santiago de Compostela a cargo de Mónica, de www.guiacompostela.com , a la que quedamos eternamente agradecidos por sus conocimientos y por ese Nudo de Brujas, talismán protector que hasta nos recompensó con el vuelo del Botafumeiro.

Así ha sido el relato de este fin de camino. O tal vez no, porque a todo ULTREIA, “sigue adelante”, le sigue una respuesta:  “ET SUSEIA”, “y más allá”.

¿Nos vemos en Finisterre?


 

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