Hay días que se recuerdan para toda la vida y seguro que este será uno de ellos para los 20 asocastron@s y amig@s que hemos peregrinado una nueva etapa del Camino de Santiago de Levante ¡Y ya van cuatro! Hoy tocaba recorrer los 24,5 kilómetros que distan desde Granja de Moreruela hasta Tábara.
Llegamos a Granja de Moreruela en bus a las 9:30, en una
mañana lluviosa que auguraba una etapa dura. Tomamos un café y bajo una lluvia
menuda comenzamos a caminar. Nada más salir de Granja de Moreruela pudimos
comprobar que el paisaje que se dibujaba a nuestro alrededor era de gran
belleza. Pese al día gris, el verde primaveral dominaba todo lo que la vista
podía alcanzar. El agua estaba presente por todos los rincones del paisaje, y
no lo digo por el que nos estaba cayendo encima, sino por la multitud de zonas
con lagunas y humedales que encontramos a ambos lados del camino, primero entre
tierras de cultivo y después, en zonas boscosas y dehesas.
Pese a la lluvia, los diferentes caminos por los que
transitamos estaban en buen estado. Había zonas con algunos charcos pero se
podía caminar sin dificultad, bueno, salvo un tramo de uno de ellos que era un
auténtico barrizal muy resbaladizo. Fue cuando caminábamos por este -como dicen
en Castronuño- “andurrial” cuando pasó lo que todos deseábamos que pasara ¡¡¡dejó
de llover!!!
Un poquito más adelante, en el Puente de Los Quintos, que
atraviesa el embalse de Ricobayo del Río Esla, hicimos una pequeña parada
técnica para secarnos un poco y tomar un tentempié reponedor, puesto que la
lluvia había mellado un poco nuestras fuerzas. Allí tuvimos que tomar una
decisión que marcó el devenir de la etapa. Según rezaba un cartel, el camino se
podía hacer por dos lugares distintos, uno fácil, siguiendo la carretera y otro
difícil por un sendero de montaña accidentado pero de gran belleza. Por
supuesto, elegimos el difícil.
Aquí comenzó la aventura. El paisaje que hasta ese momento
había sido muy bonito, de repente se volvió paradisiaco. Nos adentramos en un
sendero rocoso que transcurría en paralelo al embalse. Había tramos
resbaladizos y con peligro de caer al río, pero lo solventamos con alguna que
otra divertida culada sin mayores consecuencias. Tuvimos que atravesar un
arroyo que en ese momento nos pareció un mundo, pero que más tarde se quedaría
en nada con lo que nos esperaba más adelante. Subimos por un precioso sendero en
un paraje lleno de jara en flor con unas vistas espectaculares del embalse. La
naturaleza se volvió un frasco de perfume intenso, haciéndonos disfrutar aún
más de este espectacular tramo del camino. Llegamos a la cima y paramos durante
unos minutos para recomponer el grupo y disfrutar del paisaje.
A partir de aquí dejamos atrás el embalse pero no el bello
paisaje, pues nos adentramos en un tramo de bosque y praderas de gran esplendor.
La aventura continuaba, había charcos en el camino que por sus dimensiones ya
no eran tan fáciles de sortear. Había arroyos corriendo por todos los lados.
Uno de esos arroyos crecidos cortaba de pleno el camino y su anchura no daba
muchas opciones; para seguir adelante había que mojarse, literalmente. Una
panda de cuatro intrépidos salió a buscar un lugar donde el arroyo se estrechara
para poder vadearlo (https://youtu.be/oqSARpExRAQ), mientras que el resto del grupo lo cruzó andando, calzado
en mano.
Salimos de este paraje boscoso con un montón de anécdotas
divertidas en la mochila para entrar en un largo camino de concentración
parcelaria que nos condujo a Faramontanos de Tábara, lugar donde comimos,
comentamos “las mejores jugadas” del tramo anterior y descansamos un rato antes
de emprender de nuevo el camino.
Salimos de Faramontanos de Tábara para recorrer los últimos seis
kilómetros de la etapa que nos conducirían a Tábara. Comenzamos a caminar con
buen tiempo, pero según avanzábamos el cielo se iba oscureciendo y cuando nos
quisimos dar cuenta, este comenzó a caer fuertemente sobre nosotros. Caminamos unos
tres kilómetros bajo un importante chubasco que nos caló hasta los huesos y que
por momentos no nos dejaba ni mirar al frente. No nos quedó más remedio que
poner al mal tiempo buena cara y tomárnoslo con humor. Cerca de Tábara tuvimos que
investigar como sortear otro arroyo desbordado que de nuevo cortaba el camino.
Llegamos a Tábara totalmente empapados y nos refugiamos en
el Bar Palacios, donde recibimos un trato exquisito por parte de las personas
que lo regentaban. ¡Amigos, muchas gracias por todo, habéis dado significado a
la palabra hospitalidad! En el comienzo de la próxima etapa no dudéis que volveremos
a visitaros.
En resumen, un día de caminar en plena naturaleza y de
disfrutar de paisajes y parajes increíbles. Un día de divertidas aventuras, en
el que sorteamos llanuras, montañas y ríos. Por momentos, también un día de
pasar calamidades bajo la lluvia. Pero sobre todo, sobre todo… un día de convivencia
y buen humor donde el valor humano de las personas que formaban la expedición de
andarines era sobresaliente.
BUEN CAMINO
¡Ya estamos cavilando la próxima!
No hay comentarios:
Publicar un comentario